lunes, 3 de febrero de 2014

La Palabra Perdida


 
«Todo es Símbolo», me dijo alguien una vez, y desde ese momento muchas cosas empezaron a aparecer alrededor, cosas que estaban allí, frente a mis sentidos, pero que nunca había capturado con mi espíritu.

Algunos de los conceptos centrales de la espiritualidad de los jesuitas se arraigaron con fuerza en la voluntad de Francisco Piria y poblaron su obra. Piria enfocó sus esfuerzos en lo que consideró importante y trascendental, y lo distinguió de aquello que no lo era. Dedicó la mayor parte de su vida a la alquimia. Su mayor obra es Piriápolis, una enciclopedia arquitectónica que nos rodea y nos grita ahogadamente, a través de su simbología, una historia plagada de trampas insalvables para quienes quieran comprenderla mirando únicamente por el rabillo del ojo. La impronta de Piriápolis, con signos masones y alquímicos que aún hoy perduran, se debe en buena medida a su constructor: Francisco Piria.
 
«Mientras la ciencia se abre hacia nuevos paradigmas, se redescubren flamantes caminos milenarios. Los dogmas se dejan de lado y la búsqueda extiende los horizontes con amplitud y a la vez con rigor.»
La Palabra Perdida permite recorrer, de la mano de sus protagonistas, Francisco Piria y Aurora Signorelli, la simbología presente en Piriápolis y vivir el reencuentro de almas engarzadas en un amor alquímico.