Algunos de los conceptos
centrales de la espiritualidad de los jesuitas se arraigaron con fuerza en la
voluntad de Francisco Piria y poblaron su obra. Piria enfocó sus esfuerzos en
lo que consideró importante y trascendental, y lo distinguió de aquello que no
lo era. Dedicó la mayor
parte de su vida a la alquimia. Su mayor obra es Piriápolis, una enciclopedia
arquitectónica que nos rodea y nos grita
ahogadamente, a través de su simbología, una historia plagada de trampas
insalvables para quienes quieran comprenderla mirando únicamente por el rabillo
del ojo. La impronta de Piriápolis, con signos masones y alquímicos que
aún hoy perduran, se debe en buena medida a su constructor: Francisco Piria.
«Mientras la ciencia se abre hacia
nuevos paradigmas, se redescubren flamantes caminos milenarios. Los dogmas se
dejan de lado y la búsqueda extiende los horizontes con amplitud y a la vez con
rigor.»
La
Palabra Perdida
permite recorrer, de la mano de sus protagonistas, Francisco Piria y Aurora
Signorelli, la simbología presente en Piriápolis y vivir el reencuentro de almas
engarzadas en un amor alquímico.